BODEGONES.
Posiblemente los bodegones recojan mejor que cualquier otro género de la pintura, su historia. Estas composiciones han estado presentes siempre, desde que se inventó la técnica del óleo, y si los cuadros de temática religiosa han tenido su momento o el retrato de reyes hoy lo vemos como testigos de una época pasada, los bodegones, como un tema menor, adaptándose a los gustos de cada época nunca han querido desaparecer.
Otros asuntos, caso de las composiciones de vistas de Roma fueron moda en los primeros años del XVIII y ya son hoy antiguallas para el gusto de nuestra época, pero los bodegones les sobrevivieron, tal como ocurrió con los parisinos, o los teatrales efectos de los nocturnos ruinosos del romanticismo. Esta espléndida vitalidad del género puede que tenga dos causas bien distintas que les han hecho los incombustibles de la pintura.
Por un lado, si hacemos uso de la antropología, tratar sobre uno de los temas claves de la humanidad, la comida. Comer es lo que hacemos más veces al día, en compañía de los demás, dos valores importantes juntos, dado que la humanidad como grupo biológico siempre hemos dependido en nuestra subsistencia tanto de alimento como de nuestra vida grupal.....somos esos hombres de las cavernas representados en cunclillas unos junto a otros, despiezando unos enormes trozos de carne. Pintar la comida o, los animales que nos comemos fue ocupación principal de nuestros antepasados. Más civilizados, y, muchísimo tiempo después, los flamencos inmortalizando con el novedoso óleo esos cuadros llenos de piezas cazadas, no hacían otra cosa distinta.
La otra razón, si ya nos limitamos a estas composiciones de formatos regularmente pequeños y normalmente apaisadas es de carácter más internos al hecho pictórico: los bodegones son excelentes composiciones para presentarnos al ser. A día de hoy la vida ha variado tanto que la necesidad de alimento no es ya tan perentoria, y por ello nuestros cuadros han ido reduciendo la presencia del alimento hasta un ascetismo franciscano.
Y aquí es dónde se oficia su nuevo nacimiento. Liberados de representar indigestos montones de caza y fruta, que hoy se ocultan en los frigoríficos, queda a disposición del pintor su gran cualidad :presentar al ser. Casi andamos en la Filosofía. El bodegón no representa nada, el bodegón no es símbolo de la abundancia, el bodegón no habla ya de nuestras necesidades. Los bodegones , hoy, de manera franciscana, mitad poseedores del amor a lo olvidado, mitad ascéticos en su geometría limpia, pacientemente, nos enseñan las primuras del ser, o mejor, de los seres, cuando de éstos no nos interesa ya más que su presencia. Presencia trascendente, que, perforando o negando el tiempo, como si de él se hubieran escapado, muestran ante nuestro ojos las existencias de los objetos más diversos.
Morandi, Giorgio Morandi, el italiano, es un buen ejemplo de lo que aquí decimos. Sus obras, de pequeño formato, con sus candelabros de una sola vela, sus jarras de chapa zincada para el agua de los palancaneros, sus botellones cuadrados, toda su obra, es la repetición paciente del mismo principio. Da la impresión de estar obsesionado con una metafísica de lo cotidiano, cuando era cotidiano ese mundo donde el nervio de la electricidad aún no había hollado. En composiciones distintas, donde la diagonal cobra fuerza y cierto dramatismo, Cirilo Novillo presenta unas brevas, un puerro, quizá sobre un plato, y nada más.
Los bodegones, a día de hoy son ya pura pintura, terreno fronterizo donde la concreción y la abstracción, juntas, dan una suprema leción al arte actual, por demostrar que no se oponen, y demuestra uno de sus más excelentes hallazgos representando la esencialidad de la vida por medio de sus cosas más simples.
Si este arte, el bodegón, nació de una necesidad biológica del hombre, terminando esta centuria se ha trasformado en representante del ascetismo y la simplicidad vital que no debiéramos de perder en un mundo excesivamente veloz y cargado de objetos, tal como es la sociedad que estamos, día a día, construyendo.
Podemos concluir, pues, pensando como un género menor, sa ha ido depurando con los siglos hasta alcanzar, sin perder nunca el encanto de su tamaño recoleto, los más puros valores que cualquier persona necesita hoy almacenar en los pliegues más profundos de su alma.
El bodegón ha caminado desde el alimento que nuestra naturaleza animal reclama hasta satisfacer las necesidades del espíritu.
Mi siguiente entrada estará dedicada a las obras gustan